Maestro: Antes de evaluar, pregúntese.
Ahora que pronto iniciará un nuevo año lectivo[1] muchos apresuran sus acciones para preparar sus clases, sus contenidos, sus ayudas didácticas, las fechas, los horarios, la “carga académica” y se preparan para la llegada de los estudiante, algunos sacan – aquí entre nos- de sus carpetas y archivos los mismos exámenes con los que han evaluado el aprendizaje de los estudiantes año a año. Algunos docentes, tiene listas sus escalas de calificación, matrices, equivalencias, procesos y formatos, porque sin duda son necesarios y porque para muchos en ello recae el quid de la evaluación.
Sin embargo, como ya es sabido, calificar no es evaluar. En este sentido, antes de desempolvar los viejos exámenes o crear apresuradamente otros, antes de recurrir a internet y sus múltiples páginas para crear exámenes, quiero invitarla a usted maestra y maestro, a que se cuestione, y se haga la siguiente pregunta:
¿Para qué evalúo?
(Lo invito que se tome un momento para considerar esta pregunta tan sencilla)
¿A caso estoy evaluando para verificar si los estudiantes logran repetir letra por letra la lección que les di?
¿Evalúo para contrastar la exactitud de la respuesta dada por el estudiante vs la respuesta del libro (web o app)?
¿O lo hago porque es la única forma en la que los estudiantes se comportan adecuadamente?
¿Será que evalúo porque ya estoy cansado y no quiero realizar nada más en la clase?
¿Probablemente evalúo para fingir “escucharlos” en su autoevaluación, porque al final quien decide soy yo?
Aunque puedo evaluar para entrenarlos, y así por fin puedan responder las evaluaciones estatales…
Pero quizás evalúo de forma “fácil” para evitarme el problema de aquellos estudiantes que pierden una asignatura.
No supongo que los maestros piensen así, pero no hay que darle rodeos al tema, puede haber docentes que respondan con alguna de las anteriores opciones, ante las muchas situaciones que se presentan a la hora de evaluar el proceso y los resultados de los estudiantes; por lo que ante tantos factores (resultados, estándares, disciplina, cansancio, disciplina, orden, etc.) la pregunta prevalece: para qué evaluamos. Y la respuesta que los invito a considerar es:
Evaluamos para que ellos mejoren en su proceso de aprendizaje.
Esta es una de las formas en las que podemos expresar el sentido formativo de la evaluación, o lo que hoy se conoce como Evaluación Formativa, que no es más que reconocer el hecho, que toda evaluación debe aportar elementos que le permitan al estudiante mejorar, por lo que una evaluación punitiva (usada para castigar) no puede tener lugar en la escuela, y una evaluación verificadora, tiene sentido, sólo en el marco amplio de una evaluación formativa. No evaluamos para controlar, no evaluamos para sancionar, evaluamos para aprender, tanto los estudiantes, como los maestros, y en consecuencia la escuela mejorará si aprende de su quehacer.
Sin embargo, ello no implica que quien presente una “prueba” o un “test”, deba aprobarlo siempre, por el contrario, muchas veces los estudiantes pueden reprobar uno o varios exámenes, y no por ello la evaluación fracasa o el proceso del estudiante “va mal”; todo lo contrario, cada acción del estudiante (y del maestro) es susceptible de ser evaluada, valorada, asociada o no a una calificación y en conjunto permitirán al estudiante como al maestro, aprender, mejorar, corregir, volver a internar y avanzar, porque la evaluación formativa más que una estrategia, metodología o técnica es una perspectiva para comprender la evaluación como proceso en clave de aprendizaje, y no como la versión final e inamovible de la realidad.
Por eso no debemos dejar de preguntarnos: ¿Para qué evalúo?
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[1] Año lectivo, es la forma clásica en que se hace referencia al año de estudio o año escolar, y su origen proviene del latín lectus, part. pas. de legĕre 'leer', e –ivo, es decir que es año de leer.
